¡Vámonos!

¡Pues el día llegó! No sé si estaba listo porque estuve muy ocupado los días anteriores, entonces no me detuve un momento a que me “cayera el veinte,” pero eso sucedió a la hora de ir al aeropuerto…

Días antes recibimos en mi familia a Yuan Yang de Taiwán, y me acompañó en mis actividades diarias posteriores a su arribo, pero le tocó la mala suerte de que falló el alternador y se nos apagó el vehículo, entonces en sus primeros días le tocó empujar el carro un par de veces, más uno que otro desliz dentro de esas situaciones.

El día llegó y ya íbamos tarde al aeropuerto, pero eso no evitó que pasáramos a comer unos deliciosos tacos en “Los Alteños” antes. De ahí nos dirigimos directamente hacia el aeropuerto.

En el trayecto, empezamos a hacer la oración previa a un viaje, como ya es costumbre en mi familia, que fueron más algo como unas palabras de despedida, empezó a caerme el veinte de lo que me aventuraba.

Mi primera vez viajando solo, primera vez de alguien de mi familia fuera del país, y aún así mi locura y la generosidad de mis papás, no evitó que me quisiera ir unos días antes a otro pais diferente, ¿Por qué no?

En el aeropuerto no hubo tanto problema por el retraso pues había hecho check in web, pero igual nos hicimos mensos un tiempo antes de despedirnos realmente.

Ya era la hora, y la feliz tristeza abordó a la familia, definitivamente fue un momento sentimental, pero había llegado, y lo que me esperaba era muy bueno, todos lo sabíamos.

Sabía que al separarme y pasar por ese agente de seguridad, no había vuelta atrás por este tiempo, y que estaba solo/por mi cuenta a partir de entonces.

El sentimiento, más que tristeza, fué de miedo… De decir, ¿acaso estoy loco? Mínimo me hubiera ido directo a que me recibieran allá, pues en Canadá no hay nadie que me espere… La emoción se combinó con ese miedo.

Sin embargo el camino me demostró que las cosas cambian pero no estamos solos. Y que Dios tiene más de mil caras!